Soy el único que disfruta las turbulencias?

Pues la anécdota de la semana, es que debido a un fastidioso trámite burocrático, tuve que hacer un viaje relámpago a mi ciudad. Me habló mi familia que era urgente me presentara para aclarar una documentación, total que conseguí (mejor dicho me consiguieron) un vuelo e hice una visita rápida para aclarar mi situación y aproveché para ver a la familia. Por alguna extraña razón, últimamente todos estamos dispersos en distintos lugares y pues aunque sólo estuve unas horas, neta disfrute el viaje, me enteré de las vacaciones que tomaron (sin mí obviamente) y demás actividades. Sólo que el viaje tuvo tres cosas negativas.

1. Viajé cientos de millas, para darme cuenta que mi documentación (por culpa de alguna secetaria distraída) estaba mal hecha, por lo que deberán repetirla.

2. Me hicieron saber que he subido de peso nuevamente con tanto viaje, fiesta y demás, por lo que deberé invocar a los Dioses del Olimpo (y no exclusivamente a Baco) para reunir fuerzas y hacer ejercicio.

3. Mi economía no puede seguir soportando este tipo de caprichos, por lo que ya pronto deberé tomar medidas para mejorar mi situación financiera.

Lo positivo es que ví a mi familia y sentí como que las cosas estaban bien, me la pasé muy bien con mi brother (hasta regalo de cumple atrasado me dió) y fue como si no me hubiera ausentado un mes.

Lo que odio de viajar es que mueve mi reloj biológico, que no me toque ni pasillo ni ventana o que me sienten junto a algún niño hiperactivo alrededor de 8 años, pues eso de tener paciencia con niños molestos no se me dá.


Y esta rola me encanta y tengo sueño.